Por Mohamed Lashtar
Un día como hoy, 19 de julio en 1979, el pueblo nicaragüense hizo temblar al mundo al derribar una de las dictaduras más feroces de América Latina, el régimen de Somoza. Lo hizo con coraje, con dignidad y con sangre, en una insurrección popular que marcó la historia de los pueblos que luchan por su libertad.
Hoy, 46 años después de aquella gesta gloriosa, Nicaragua no celebra simplemente una efeméride, conmemora una llama viva que sigue ardiendo en el corazón de quienes no se rinden. La revolución nicaragüense es un legado que no envejece, una lección vigente sobre la capacidad de los pueblos para transformar su destino.
Una revolución que no se arrodilla. El 19 de julio no es una fecha más. Es el símbolo de un pueblo que, harto de la represión, se levantó con la fuerza de la historia en sus manos. En lugar de resignación, eligió la lucha. En lugar de cadenas, eligió la dignidad.
Ese día no amaneció un sol cualquiera: estalló el alba de la libertad. Cayeron los ídolos del poder, no solo por las armas, sino por el grito colectivo de una nación decidida: “¡No moriremos esclavos… libertad o muerte!”
Nicaragua un llamado a todos los pueblos libres. En este aniversario, Nicaragua alza nuevamente su voz, no para mirar hacia atrás, sino para encender las luchas del presente. Su mensaje es claro: mientras exista injusticia, la revolución sigue viva. No se trata de nostalgia, sino de resistencia. No es recuerdo, es llama.
Es una invitación a los pueblos del mundo, a los combatientes, a los luchadores donde quiera que estén y más allá a unir sus voces contra el colonialismo moderno, contra el saqueo y contra toda forma de opresión.
La dignidad no se compra con dólares. En un mundo dominado por el capital, los medios manipuladores y los ejércitos mercenarios, Nicaragua responde con dignidad, conciencia y voluntad inquebrantable.
Ellos tienen bombas. Nosotros tenemos memoria. Ellos tienen tanques. Nosotros tenemos pueblos despiertos. La revolución triunfó no porque el enemigo era débil, sino porque el pueblo era más fuerte. No por la falta de armas del opresor, sino por la abundancia de coraje en los corazones libres.
Un mensaje al mundo, la revolución continúa. Nicaragua afirma hoy que su revolución no es una pieza de museo, sino una promesa viva. Una promesa con los mártires, con los campesinos, con los niños que nacen bajo el signo de la dignidad. Y si los poderosos intentan volver con su fuerza bruta, el pueblo sabrá responder con la unidad, la organización y la convicción de que los pueblos jamás serán vencidos.
A 46 años del 19 de julio, Nicaragua no solo honra su pasado, sino que lo transforma en presente combativo y en futuro rebelde.
Gloria a los mártires que abrieron el camino. Honor a un pueblo que jamás se rinde. Y victoria para todos los que creen que la libertad no se pide: ¡se conquista!