Algún lugar de Nicaragua
19 de marzo de 1968
Dr. José Moreno
Dra. Estela de Moreno
Managua.
Estimada doña Estela
Estimado maestro:
Quiero dirigirles unas líneas que tal vez lleven un poco de aliento a sus corazones angustiados de congoja. El martirio de Francisco y de los demás compañeros y todos los campesinos explotados, no ha sucedido en vano.
Fueron el precio que se dio de pago para que la justicia llegue a florecer, nuestras vidas en el campo —a Francisco y los demás compañeros— nos permitió palpar en mayor medida los tormentos que sufre el pueblo.
Trabajadores en particular del pueblo campesino. la vida en el campo nos permitió contemplar la misma dimensión de nuestra razón. Nuestras manos estrecharon las manos de los campesinos pobres, exprimidos por los latifundistas. Vimos agonizar y morir de hambre a los niños. Estuvimos al lado del pobre quien no sólo jamás ha ido a una escuela, sino que jamás ha visto con sus ojos una escuela.
Tenía Francisco la pureza de alma de un santo. Los cristianos primitivos, limpios de espíritu y entregados al bien, lo hubieran considerado como a uno de los suyos.
¿Y por qué combatientes con el coraje de Francisco han sido derrotados por los mercenarios de la GN? La respuesta es que en Nicaragua se vienen dando los primeros pasos, en la marcha hacia la liberación. Y en los primeros tiempos el movimiento es frágil y tierno, un escritor lo ha comparado con el raquítico niño campesino.
Después de la inmolación de Augusto César Sandino, durante muchos años los políticos ambiciosos y algunos de aspiraciones más bien, que se hacían pasar como defensores del pueblo, aniquilaron la lucha patriótica. Esos políticos llevaron a cabo una oposición tan cerrada, que les permitió convertirse en millonarios. Todos los opositores no han sido más que impostores. Y por culpa de los impostores nosotros nos hemos visto obligados a darle nacimiento a la verdadera rebelión.
El futuro es nuestro, el futuro pertenece a la Patria, a la justicia. La sangre que Francisco Moreno donó, ha de ser premiada. El hermano combatiente Francisco Moreno fue un modelo de generosidad y heroísmo. El vivió en un hogar laborioso donde personalmente nada le hacía falta. Renuncia a esas comodidades y se lanza a una vida de peligros, desafiando a los desalmados que son amos y señores de Nicaragua. Francisco toma esa decisión porque sabe que el combate frontal es la única vía que conduce a la liberación, a la victoria de la justicia. Hay compañeros que han tomado el camino de la lucha porque han sufrido en carne propia los abusos del sistema capitalista.
Quizás yo mismo me cuento entre estos compañeros —y aunque estos compañeros tienen en este sentido un mérito menor que el de Francisco—, porque Francisco no se lanza al combate porque él era víctima de la injusticia, sino porque los pobres de Nicaragua, a quienes amaba como hermanos, sufren humillaciones y explotación.
Recuerdo a Francisco en los primeros días que estuvo en la montaña. En esos días las largas jornadas golpearon sus pies y se le abrieron llagas. Pero él no gimió. Se sobrepuso, dominó los fangos y pasados los primeros días sus piernas se endurecieron y se convirtieron en las piernas de un caminante.
Dice el apóstol José Martí: *La sangre de los buenos no se derrama en vano?, La vida que a mí me queda, no me pertenece a mí mismo, pertenece a los hermanos que han caído, al ideal que hemos abrazado. No piensen Uds. que al transcurrir algunos meses en silencio, hemos arriado nuestra bandera rojinegra. El repliegue es solamente acumulación de nuevas energías para marchar de nuevo al combate.
A Francisco y demás compañeros de la montaña el enemigo no los encontró arrodillados. Combatieron mientras pudieron empuñar el arma redentora. Mis compañeros y yo sabemos ser dignos hermanos del gran héroe Francisco Moreno, Estas palabras las escribo dándoles a Uds. un fuerte abrazo de solidaridad.
PATRIA LIBRE O MORIR
Carlos Fonseca