Terrorismo, represión y Julian Assange, el doble rasero imperial

Por Stephen Sfton Entre los muchos diversos motivos de la emergencia del mundo multipolar que está ocurriendo en este momento histórico, es la demanda de parte del mundo mayoritario por la justicia y la equidad en las relaciones internacionales y sus instituciones. El reciente fallecimiento del único Presidente de la Unión Soviética, Mikhail Gorbachev, nos recuerda de una época en que hubo un efectivo equilibrio a nivel global entre la Unión Soviética y los Estados Unidos. Fue un equilibrio que hizo posible muchos avances de los pueblos del mundo, incluyendo la victoria del pueblo de Vietnam hasta la acción solidaria de Cuba con las fuerzas de liberación en África, lo cual acabó con el apartheid en Sudáfrica. El poder de la Unión Soviética también permitió a países como Nicaragua, Angola y Mozambique resistir las terribles guerras impuestas contra sus pueblos por Estados Unidos y sus aliados e implementadas en base al uso sistemático del terrorismo. Sin embargo, como observó el premio Nobel de la Literatura Harold Pinter en 2005: “Cientos de miles de muertos ocurrieron en estos países. ¿Ocurrieron de verdad? ¿Y en cada caso son resultado de la política exterior de Estados Unidos? La respuesta es sí y sí, resultaron por motivo de la política exterior de Estados Unidos. Pero nunca lo podría saber. Es como si nada pasó. Nada jamás pasó. Aun mientras estaba ocurriendo, no ocurría. Ni importaba. No fue del menor interés” Pinter está refiriendo tanto a la impunidad de los poderes imperiales por sus crímenes como al control monopólico de la información a nivel mundial por los Estados Unidos y sus aliados de aquel entonces. En este último sentido, por supuesto exagera, pero no por mucho. De su parte Nicaragua tiene el orgullo de haber demostrado ante la Corte Internacional de la Justicia en 1986 que Estados Unidos fue culpable del terrorismo sistemático en contra del pueblo nicaragüense con un costo enorme tanto en vidas humanas como en  daños materiales. En un sentido moral fue una victoria sin precedentes en que un pequeño país del mundo mayoritario venció ante el máximo tribunal internacional al país más poderoso del mundo. Y en términos prácticos, es probable que el proceso legal en La Haya alentó al Congreso estadounidense en 1985 de prohibir la ayuda de parte del gobierno estadounidense a la Contra en Nicaragua. Sin embargo, el gobierno de Estados Unidos buscó como seguir de manera ilegal su campaña de terrorismo contra Nicaragua por medio del estrategema Iran-Contra. Vendió armas a Irán de manera ilegal y secreta y, con los fondos obtenidos, compró armas para la Contra en Nicaragua. De manera paralela, la misma estructura de operaciones encubiertas efectuó operaciones de narcotráfico y con la venta de la droga en Estados Unidos, también financiaba la guerra de terror del gobierno de Ronald Reagan contra Nicaragua. A pesar del escándalo Irán Contra en Estados Unidos, no habían consecuencias mayores.  Un oficial de menor rango Coronel Oliver North fue condenado a unos pocos meses de servicio comunitario. El Secretario de Defensa Caspar Weinberger fue acusado pero antes del juicio recibió un indulto de parte del Presidente George Bush en 1992. Allí se acabó. Años después, al fin de la década de los años 90s, reporteros valiosos como Gary Webb y Robert Parry investigaban estos hechos y lograron publicar mucho de la verdad encubierta. Pero, como comentó Harold Pinter fue como si no ocurrió nada, que nada pasó, que no importaba. No fue del menor interés. Al contrario, Gary Webb fue perseguido de una manera tan despiadada e implacable que ningún medio quiso darle empleo. Sufrió un vil campaña de calumnia de parte de los grandes medios de prensa, su familia fue destruida, cayó en extrema pobreza y se suicidó. ¿Por qué recordar todo esto después de tanto tiempo? Es importante recordar esta historia porque demuestra que el terrorismo, la supresión de la verdad y la represión contra quienes publican la verdad son características fundamentales y permanentes de las políticas de Estados Unidos y sus aliados. Los países de Norte América y Europa insisten que son moralmente superiores a lo demás del mundo y que sus buenas intenciones y acciones benefician y apoyan al mundo mayoritario. Suena absurdo y lo es, así como Harold Pinter observó en 2005 y como las poblaciones del mundo mayoritario pueden observar y vivir cada día de sus vidas. Sin embargo con el tremendo poder de sus monopolios corporativos, las élites occidentales todavía mantienen en gran parte del mundo un dominio de las estructuras comerciales, de la tecnología de información y entretenimiento y de la comunicación. Es de esa manera que se encubrió el terrorismo del gobierno de Ucrania contra su propia población rusoparlante en Donetsk y Lugansk durante ocho años con un saldo de 14000 personas muertas, la gran mayoría civiles. Así escondieron que Estados Unidos y sus aliados europeos armaban, entrenaban y financiaban a las autoridades ucranianas a matar su propia población a sabiendas que las fuerzas políticas dominantes en el gobierno de Ucrania eran y son de ideología nazi. En cambio, fue precisamente con el falso pretexto de que los gobiernos de Libia y Siria eran masacrando a sus propias poblaciones que Estados Unidos y sus aliados europeos atacaron a esos países. Estados Unidos y sus aliados de la OTAN ocupaban un falso pretexto similar para bombardear a Serbia por casi tres meses en 1999 con un saldo de miles de muertos entre los civiles serbios. Así que el terrorismo promovido por Occidente va de la mano con un brutalmente represiva control del aparato de guerra psicológica, lo cual permite pervertir no solamente los medios de comunicación, sino también la investigación académica. los reportes de organizaciones no gubernamentales y las funciones de instituciones institucionales. Ese siniestro control casi absoluta de la producción y distribución de la información facilita la constante difusión masiva de creencias falsas las cuales en su turno facilitan la construcción de memorias falsas. Es un proceso de retroalimentación infinita de guerra psicológica que afecta principalmente a las poblaciones

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