Managua. Por Rosario
Murillo (*), Vicepresidenta de Nicaragua
Queridas familias de
esta Nicaragua tan bendecida, llena de, que vive la esperanza, que construye y
atesora paz todos los días, que celebra en grande la alegría de vivir
tranquilos, de vivir seguros, de trabajar para prosperar.
Esta es nuestra
Nicaragua, bendita, siempre soberana, siempre libre, y en un mundo como el que
vivimos hoy, la paz qué bendición, la paz qué tesoro, la paz qué privilegio, la
paz qué honor. Porque somos un pueblo de honor y gloria, y esa paz que hemos
defendido tanto, esa paz por la que han dado la vida tantos, centenares de
miles de nicaragüenses a lo largo de nuestra historia, es nuestro patrimonio
honroso, nuestro patrimonio glorioso, y el fruto de nuestro gran espíritu.
Porque cuando uno se
pregunta: ¿cómo hace un país tan pequeño para tener tanto, tanto vigor? Nicaragua
“está hecha de vigor y de gloria, y está hecha para la libertad”, para la
humanidad, para brillar. Nicaragua resplandece y nos sentimos, no vanidosos, ni
engreídos, ni vanidosos, ni prepotentes, ni perdonavidas… Nos sentimos
orgullosos en el sentido más humilde de la palabra, porque hemos sido capaces,
desde ese gran espíritu que Dios nos ha dado, de fortalecer todos los días, aún
en medio de las catástrofes que nos ha tocado vivir, de todo tipo, naturales,
llamadas así, y humanas; catástrofes generadas por el odio y la ambición.
Pero aun en medio de
esas catástrofes, hemos sabido ser dignos, hemos sabido ser grandiosos, hemos
sabido ser gran espíritu, hemos sabido ser cristianos, socialistas, solidarios,
revolucionarios y evolucionarios. Por eso decimos, más allá de cualquier engreimiento
o vanidad que para nada sirve, lo que reconocemos es el amor a Dios sobre todas
las cosas, y el amor entre nosotros, que es lo que logra que la paz prevalezca
y que la unión vaya siendo cada vez más fuerte, realidad más fuerte, verdades
verdaderas. Porque sin amor, sin fe, sin esperanza, sin unión, cómo avanzar al
futuro que todos queremos.
Seguridad, trabajo,
paz, progreso, prosperidad, y ahí vamos, reconociendo en ese humilde paso a
paso de cada día, la mejoría en nuestras vidas, y creando más mejoría, es
decir, progreso, como ya dijimos; es decir, prosperidad.
En estos días de
diciembre, cuando tanto tenemos que agradecer al Padre celestial, al hijo,
nuestro Jesucristo, príncipe del amor, de la paz, al Espíritu Santo, a nuestra
madre María, en este diciembre estamos más y más conscientes del privilegio de
vivir en esta patria bendita, en esta patria que va siendo cada vez más de
todos los nicaragüenses, las familias nicaragüenses, la juventud nicaragüense,
las mujeres nicaragüenses, los adultos mayores, nuestros abuelitos, de buena
voluntad. Y es lo que le pedimos a Dios y a nuestra madre María, todos los
días, que crezca la buena esperanza, la buena voluntad, todo lo que nos hace
unirnos, fortaleciendo el cariño, la armonía, la concordia, y la tranquilidad,
que es seguridad.
Lo más importante,
creo yo, es la confianza que tenemos en nosotros mismos, como pueblo nicaragüense,
en un Gobierno del pueblo, que va construyendo el porvenir que todos queremos,
porque nos debemos al pueblo y sabemos que nuestro principal privilegio es que
nos honren con el servicio desde todos los espacios de Gobierno, desde todos
los espacios de Estado, servir a nuestro pueblo, servir a las familias.
Que nos honren con la
posibilidad de servir al pueblo desde todas las esferas de actividad, social,
cultural, económica, política, porque para eso estamos y para eso nos han
honrado las familias nicaragüenses: para defender la paz, resguardar la paz,
crear más y más seguridad todos juntos, y afirmar que somos el pueblo de Dios
que camina como hermanos, como gran fraternidad.
Qué lujo vivir en un
país de familia y comunidad, de hermanos, un país que desde siglos ha venido
construyendo, a través de su valentía, la paz que tenemos y debemos asegurar
todos los días. Siglos de valentía, siglos de saber defender lo nuestro; siglos
en los que no hemos conocido cobardía, o vacilación; siglos en que hemos
sabido, con la fuerza que nos da Dios, decir: somos nicaragüenses, por gracia
dios, de nuestra madre María, hermosísima devoción, única, única en el mundo.
Somos nicaragüenses,
por gracia de Dios, y no dejamos que nadie pretenda dominarnos o conquistarnos,
y eso sólo lo puede la confianza en el Padre celestial y la certeza de que
estamos bendecidos con un gran corazón, una alma grande, un espíritu que va batallando
para mejorar la vida, y construyendo las victorias del porvenir.
¿Y qué queremos, qué
decimos? Cuando decimos victorias, ¿qué decimos? Avanzar contra la pobreza. Un
mundo, un país, un sueño, equidad, fraternidad, paz, convivencia armoniosa,
familias contentas, familias que confiamos no sólo unos en otros, sino en este
modelo que nos da a todos el protagonismo sobre el presente, y el protagonismo
en la creación del futuro.
En estos días que
estamos viendo tanto dolor, tanto sufrimiento, tanta algarabía, porque esa es
la vida, en el mundo tanto riesgo, siempre nuestra Nicaragua invocando al Dios
de todos los triunfos, invocando esa obligación sagrada que tenemos los pueblos
de respetarnos unos a otros; invocando los saberes, las culturas, las
tradiciones, invocando la sabiduría de los pueblos, y diciendo: ¡respetemos!
¡Respetemos!
No seamos
injerencistas en ningún momento, y no promovamos injerencia en ningún momento o
en ninguna situación que nos exija conservar ese respeto en todos los campos,
para todos los pueblos del mundo.
Nos hemos pronunciado
con unas palabras precisamente en esa dirección del respeto al derecho de los
pueblos a vivir seguros, tranquilos, sus propios caminos, a tomar sus propias
decisiones, y sobre todo a resguardar los valores, los intereses sagrados, fundamentales,
de la humanidad.